- Si te dijera que te amo ¿me creerías? -Dijo él
mientras la miraba fijamente.
Ella sonrió y reclinó la cabeza hacia la izquierda como
buscando el ángulo perfecto para verse en sus ojos mientras respondía lo que él
tanto esperaba.
- Te creería –dijo mientras jugaba a esconder un nerviosismo
que se empeñaba en mostrarse.
Él no pudo retener la sonrisa, y los ojos, antes
expectantes, ahora se llenaban de un brillo único, ese brillo que sólo puede
ser producto de saberse correspondido. Aunque no era lo que ella había dicho, para él
eso estaba implícito, era una especie de pacto tácito donde ella también se
comprometía a amarlo a pesar de no haberlo expresado formalmente.
Pero para estar más que seguro, ya que en estos casos no se
puede correr muchos riesgos, y menos aún
con la picardía que ella acostumbraba mostrar, era necesario indagar; más allá
de la falta de elocuencia tan característica en los enamorados.
-Y tú… que, o como… más bien… o sea, mejor dicho… e… ¿cómo te
sientes?
Ella perecía no querer responder, parecía que se había
quedado jugando con su mirada o quizás eso era lo que a él le parecía ya que el
silencio puede parecer eterno en esos casos. De pronto ella, más decidida que él se acerco y le respondió con un beso,
el más dulce de todos... el primero.
¿Cómo no sentirse volando?
¿Cómo no creer que se está en las nubes? ¿Cómo no desear que ese momento
se prolongue para siempre?
Pero en ese preciso instante él pensó... – ¿será que le gusta como beso? porque ella es
muy linda y seguro antes la han besado y debe haber sido alguien con más
experiencia que yo… ojalá no note que
almorcé una ensalada con cebolla, porque ella parece que comiera rosas o nubes…
¿y si no come nada? Tal vez por eso es
tan delgada, tiene una figura bonita… ojalá que le gusten mis besos – los
nervios y la curiosidad lo llevaron a abrir los ojos y se dio cuenta que ella tenía
un ojo ligeramente entreabierto y, casi instantáneamente, recordó aquellos
personajes de terror que el acostumbraba a ver en las películas, aquellos de
los que tantas y tantas veces escapó cubriéndose con el cubrecama la cabeza
para obligarse a dormir cuando era niño; pero debía concentrarse - ¿Será prudente si
utilizo la lengua en el primer beso? No, ella puede pensar que es muy pronto o
que trato de aprovecharme de su inocencia… ¿será inocente? Porque es muy linda,
las lindas no son tan inocentes o tal vez ella es la excepción de la regla o…
En ese momento, quizás también movida por la curiosidad o
tal vez por el hecho de que él parecía haberse congelado, ella abrió los ojos
encontrándose con una mirada fija pero perdida en pensamientos, mirada que al
verse descubierta intentó, vanamente, esconderse detrás de unos párpados
temblorosos. Ella no pudo aguantar la risa y explotó en una carcajada,
carcajada que acompañó él, mientras se daban cuenta que en ese preciso
instante los nervios de una primera vez
desaparecieron para siempre.
Álvaro Moscoso.