martes, 3 de diciembre de 2013

TÍA VALERIA

De:Angeles Mastretta (Mujeres de ojos grandes)

Hubo una tía nuestra, fiel como no lo ha sido ninguna otra mujer. Al menos eso cuentan todos los que la conocieron. Nunca se ha vuelto a ver en Puebla mujer más enamorada ni más solícita que la siempre radiante tía Valeria. Hacía la plaza en el mercado de la Victoria. Cuentan las viejas marchantas que hasta en el modo de escoger las verduras se le notaba la paz. Las tocaba despacio, sentía el brillo de sus cáscaras y las iba dejando caer en la báscula. Luego, mientras se las pesaban, echaba la cabeza para atrás y suspiraba, como quien termina de cumplir con un deber fascinante. Algunas de sus amigas la creían medio loca. No entendían cómo iba por la vida, tan encantada, hablando siempre bien de su marido. Decía que lo adoraba aun cuando estaban más solas, cuando conversaban como consigo mismas en el rincón de un jardín o en el atrio de la iglesia. Su marido era un hombre común y corriente, con sus imprescindibles ataques de mal humor, con su necesario desprecio por la comida del día, con su ingrata certidumbre de que la mejor hora para querer era la que a él se le antojaba, con sus euforias matutinas y sus ausencias nocturnas, con su perfecto discurso y su prudentísima distancia sobre lo que son y deben ser los hijos. Un marido como cualquiera. Por eso parecía inaudita la condición de perpetua enamorada que se desprendía de los ojos y la sonrisa de la tía Valeria.

-¿Cómo le haces? -le preguntó un día su prima Gertrudis, famosa porque cada semana cambiaba de actividad dejando en todas la misma pasión desenfrenada que los grandes hombres gastan en una sola tarea. Gertrudis podía tejer cinco suéteres en tres días, emprenderla a caballo durante horas, hacer pasteles para todas las kermeses de caridad, tomar clase de pintura, bailar flamenco, cantar ranchero, darles de comer a setenta invitados por domingo y enamorarse con toda obviedad de tres señores ajenos cada lunes. 

-¿Cómo le hago para qué?- preguntó la apacible tía Valeria. 

-Para no aburrirte nunca- dijo la prima Gertrudis, mientras ensartaba la aguja y emprendía el bordado de uno de los trescientos manteles de punto de cruz que les heredó a sus hijas.

- A veces creo que tienes un amante secreto lleno de audacias. La tía Valeria se rió. Dicen que tenía una risa clara y desafiante con la que se ganaba muchas envidias. 

-Tengo uno cada noche- contestó, tras la risa. 

-Como si hubiera de dónde sacarlos- dijo la prima Gertrudis, siguiendo hipnotizada el ir y venir de su aguja. 

-Hay- contestó la tía Valeria cruzando las suaves manos sobre su regazo. 

-¿En esta ciudad de cuatro gatos más vistos y apropiados?- dijo la prima Gertrudis haciendo un nudo. 

-En mi pura cabeza- afirmó la otra, echándola hacia atrás en ese gesto tan suyo que hasta entonces la prima descubrió como algo más que un hábito raro. -Nada más cierras los ojos -dijo, sin abrirlos- y haces de tu marido lo que más te apetezca: Pedro Armendáriz o Humphrey Bogart, Manolete o el gobernador, el marido de tu mejor amiga o el mejor amigo de tu marido, el marchante que vende las calabacitas o el millonario protector de un asilo de ancianos. A quien tú quieras, para quererlo de distinto modo. y no te aburres nunca. El único riesgo es que al final se te noten las nubes en la cara. Pero eso es fácil evitarlo, porque las espantas con las manos y vuelves a besar a tu marido que seguro te quiere como si fueras Ninón Sevilla o Greta Garbo, María Victoria o la adolescente que florece en la casa de junto. Besas a tu marido y te levantas al mercado o a dejar a los niños en el colegio. Besas a tu marido, te acurrucas contra su cuerpo en las noches de peligro, y te dejas soñar...


Dicen que así hizo siempre la tía Valeria y que por eso vivió a gusto muchos anos. Lo cierto es que se murió mientras dormía con la cabeza echada hacia atrás y un autógrafo de Agustín Lara debajo de la almohada.


Narrado por: Magda Zea O´Phelan

sábado, 19 de octubre de 2013

CINCO HERMANOS

Eran 5 hermanos que decían quiero ir a las estrellas. Y los padres les decían que tal vez ellos irían siempre que primero terminaran los deberes de la escuela. El primero no quería nada de eso, solo las estrellas. Y las vio bien grandes cuando el padre (atiendan el detalle) lo agarró a patadas y lo echó derecho viejo pa' la calle. El segundo se fue para hollywood a trabajar de mozo, en un bar donde comían siempre muchas de las grandes estrellas de cine, como Linda Blair y como Charles Bronson. El tercero se hizo comisario y le pusieron una estrella, reluciente en la solapa de su clásica chaqueta. Y con el tiempo se olvido de las estrellas y de los planetas. El cuarto de los hermanos estudio para ser arquitecto. 

Y gracias a tres botellas, consiguió salir electo. En la licitación para el proyecto
de un hotel de 5 estrellas. El menor el quinto era distinto, no quería, no podía, no sabia conformarse con estrellas de mentira y hoy acaba de mandar una postal desde las tres Marías.

Eran cinco hermanos que decían quiero ir a las estrellas...




Cleaverth Brañez

martes, 10 de septiembre de 2013

CÓMO OLVIDAR A TU EX NOVIO

Cuando un chico nos termina siempre es duro, sobre todo cuando no lo esperábamos. Primero, no lo podemos entender y nos preguntamos un sin fin de cosas: ¿Fuimos nosotras? ¿Qué hicimos mal? ¿Hay otra chica?

Después, nos encerramos en casa, vemos todas las películas de amores imposibles como el Titanic o el Moulin Rouge, mientras comemos kilos y kilos de helado y chocolate.

Una vez superadas estas etapas y ya sin poder llorar más, nos disponemos a salir con las amigas. Esta es una etapa peligrosa. Si somos de las que nos vamos a tomar unos traguitos para divertirnos y olvidar lo sucedido, podemos terminar haciendo una escena bochornosa de la que nunca podremos olvidarnos. Eso fue justamente lo que le pasó a Nathy.

Esa mañana ella despertó con un dolor de cabeza insoportable. Trató de hacer el conteo de todas las botellas que se tomó y de todos los cigarrillos que fumó; al final llegó a la conclusión de que fueron muchos.
Miró al rededor con un sólo ojo entreabierto: no era su cuarto. Tratando de recordar y pensando lo peor, comenzó a tocar su cuerpo y evidentemente no llevaba nada de ropa. "¡No!... ¿Con quién me fui?" pensó tratando de recordar la noche anterior, con quiénes estaba y lo que había hecho. 

Ella recordaba lo mismo que yo recuerdo de aquella noche. Salimos a bolichear. Primero fuimos a Dalí, nos tomamos varias peceras; luego fuimos a La Naranja Mecánica, donde había una guitarreada ya que era sábado; luego de varias cervezas nos fuimos a bailar a la Pepper. Como a las cuatro de la mañana, nos despedimos de las chicas y nos tomamos un taxi para mi casa. Una vez en mi cuarto, nos cambiamos de ropa y nos dormimos. 

Entonces, ¿Dónde estaba? ¿ Qué pasó entre ese momento y su despertar? Se preguntaba mientras se ponía su ropa interior que estaba en el suelo. Se puso una polera que encontró en la silla del cuarto, la cual evidenciaba que era el de un hombre. Abrió la puerta con cuidado, asomó la cabeza sin hacer ruido para ver que nadie pasara por el pasillo y comenzó a caminar por el. De a poco se fue dando cuenta que las cosas se le hacían familiares. "¡Ay, no!" pensó y entró rápidamente en la habitación que conocía muy bien. Yo aún me encontraba dormida en la cama. Tomó su ropa, su cartera y sus zapatos, se arregló rápidamente e intentó escapar sin que nadie la viera. 

Cuando salió de prisa del cuarto se topó de frente con mi hermanito menor. Él simplemente la miró de pies a cabeza y con una sonrisa de complicidad le dijo:

- Espero haberte hecho olvidar un poco a tu ex- le dio un beso y se fue para su cuarto.

Nathy quedó parada en el pasillo tratando de recordar la noche que trató de olvidar a su ex y terminó durmiendo con un chico diez años menor que ella.


Marina Cabrera

lunes, 26 de agosto de 2013

UNA VEZ

Había una vez...Hubo una vez...Se conocieron una vez..Hablaron una vez...Se amaron una vez...Querían una vez...Tuvieron sexo una vez...Se odiaron una vez...Se reconciliaron una vez...Se necesitaron una vez. Pelearon una vez...en realidad no se cómo iniciar esta historia ni cómo explicar ese amor, en realidad no importa plasmar la historia de quienes una vez...y hoy ya no.


Gabriel Caballero Pérez



martes, 6 de agosto de 2013

BESAR Y PENSAR... PENSAR... PENSAR

- Si  te dijera que te amo ¿me creerías? -Dijo él mientras la miraba fijamente.

Ella sonrió y reclinó la cabeza hacia la izquierda como buscando el ángulo perfecto para verse en sus ojos mientras respondía lo que él tanto esperaba.

- Te creería –dijo mientras jugaba a esconder un nerviosismo que se empeñaba en mostrarse.

Él no pudo retener la sonrisa, y los ojos, antes expectantes, ahora se llenaban de un brillo único, ese brillo que sólo puede ser producto de saberse correspondido.  Aunque no era lo que ella había dicho, para él eso estaba implícito, era una especie de pacto tácito donde ella también se comprometía a amarlo a pesar de no haberlo expresado formalmente.

Pero para estar más que seguro, ya que en estos casos no se puede correr muchos riesgos,  y menos aún con la picardía que ella acostumbraba mostrar, era necesario indagar; más allá de la falta de elocuencia tan característica en los enamorados.

-Y tú… que, o como… más bien… o sea, mejor dicho… e… ¿cómo te sientes?

Ella perecía no querer responder, parecía que se había quedado jugando con su mirada o quizás eso era lo que a él le parecía ya que el silencio puede parecer eterno en esos casos. De pronto ella, más decidida  que él se acerco y le respondió con un beso, el más dulce de todos... el primero.

¿Cómo no sentirse volando?  ¿Cómo no creer que se está en las nubes? ¿Cómo no desear que ese momento se prolongue para siempre?

Pero en ese preciso instante él pensó...  – ¿será que le gusta como beso? porque ella es muy linda y seguro antes la han besado y debe haber sido alguien con más experiencia que yo…  ojalá no note que almorcé una ensalada con cebolla, porque ella parece que comiera rosas o nubes…  ¿y si no come nada? Tal vez por eso es tan delgada, tiene una figura bonita… ojalá que le gusten mis besos – los nervios y la curiosidad lo llevaron a abrir los ojos y se dio cuenta que ella tenía un ojo ligeramente entreabierto y, casi instantáneamente, recordó aquellos personajes de terror que el acostumbraba a ver en las películas, aquellos de los que tantas y tantas veces escapó cubriéndose con el cubrecama la cabeza para obligarse a dormir cuando era niño;  pero debía concentrarse - ¿Será prudente si utilizo la lengua en el primer beso? No, ella puede pensar que es muy pronto o que trato de aprovecharme de su inocencia… ¿será inocente? Porque es muy linda, las lindas no son tan inocentes o tal vez ella es la excepción de la regla o…

En ese momento, quizás también movida por la curiosidad o tal vez por el hecho de que él parecía haberse congelado, ella abrió los ojos encontrándose con una mirada fija pero perdida en pensamientos, mirada que al verse descubierta intentó, vanamente, esconderse detrás de unos párpados temblorosos. Ella no pudo aguantar la risa y explotó en una carcajada, carcajada que acompañó él, mientras se daban cuenta que en ese preciso instante  los nervios de una primera vez desaparecieron para siempre.



Álvaro Moscoso.